CUENTOS DE ESCALDO: de Borges a Vikings






La obra que a continuación reseñamos se enmarca dentro de un proyecto literario del autor, consistente en la elaboración de una narrativa histórica respetuosa con la Historia Nórdica y la importante traducción literaria de las Sagas Islandesas.

Como lectora, no sólo agradezco haberlo pasado bien. Que lo hice. Sino además, aprender. Que lo hice mucho. Y con respecto a la cultura escandinava, sólo tengo un antecedente que me lleva a la misma experiencia… y es mi querido Jorge Luis Borges.

Para aprender, en estos cuentos que más que cuentan, se cantan, encontraremos a cierto rey Athelstan, que es otro, y otra será su historia; a dos Hermanos Cuervo como protagonistas, acaso mis favoritos ya que “los cuervos son animales de gran simbolismo en el imaginario nórdico. Odín, el dios supremo, los utiliza como espías, son representados en numerosos estandartes, simbolizan clanes familiares… Están muy relacionados con las batallas, son las aves carroñeras del norte. Como se alimentan de la carne de los muertos, poseen una transmutación del espíritu. Poéticamente es una figura muy utilizada en numerosos kenningar, siempre en relación con la batalla y la muerte”[1]. Encontraremos también a Hagal el Fuerte, mostrándonos que en antiguo nórdico significa “granizo” y que es también “una runa representativa de las fuerzas que hay fuera de nuestro control”[2]. A Eirik el Runoya, conocedor de las runas y de la magia asociada a ellas. Y a Ragnar de Raumariki, que también es otro, y otra será su historia, pues se refiere a una región al noreste de Oslo. Hallaremos personajes del linaje de Saeming “rey legendario de Noruega y que según la Edda Prosaica, era uno de los hijos de Odín”[3]. Y finalmente, a Kemijoki el Héroe, Hijo del Sol. Cierra el conjunto, un relato inspirado en el “Hombre de Tollund”, un cadáver momificado que se encontró en una turbera de la península de Jutlandia. Datado en el siglo IV a. C. pudo tratarse de un ritual a “los dioses del pantano”[4].

Para disfrutar, a través de versos aliterados germánicos, descubriremos que el mar es “yermo licuado”, que los mástiles de los barcos son “árboles del mar”, que los vikingos son “lobos del cauce”, y que el “campo de las tejedoras” se refiere al lugar del duelo. Siendo las tejedoras las Nornas, “las deidades nórdicas dedicadas a tejer un tapiz con los destinos entrelazados de todos los hombres”[5]. Que la cabeza es “cofre de las ideas” y que el casco es “corona del guerrero”. Que la espada es “hierro entrelazado”, “las tallas del cuerpo” son las heridas y que “las lágrimas de las heridas” son la sangre. Asimismo la casa es “navío invertido”, el hacha “rasgadora del cielo” y aún más fascinante, que el mugido del uro, “toro salvaje europeo hoy extinto, en el campo de batalla, sugiere el sonido del trueno en un cielo tormentoso”[6]…  y finalmente, la muerte “enemiga del aliento”.

Bellísimas imágenes, perífrasis y metáforas, a la altura del mejor Borges, a la altura del mejor escaldo.

Cuentan que Kvasir, un ser sabio y bondadoso, fue asesinado por dos enanos que codiciaban su sabiduría. Para conseguirla, derramaron su sangre en tres recipientes y fabricaron con ella hidromiel, el dulce licor de la poesía. Este hidromiel terminó en posesión del gigante Suttung, pero tras no pocos esfuerzos, Odín consiguió robárselo. Tras beberlo, escapó del lugar adquiriendo la forma de un águila. Voló donde los dioses habían preparado los recipientes y vomitó el líquido de la inspiración tan rápido que unas pocas gotas cayeron y se dispersaron por la tierra. Estas gotas se convirtieron en la porción de poetas y escritores, el preciado regalo de Odín. Un regalo que gracias a nuestro escaldo, llega ahora a nosotros en este librito de apenas doscientas páginas.

Bien sé, que el autor huye de modas y de series… Espero que perdone mi lectura y las inevitables conexiones que se establecieron. No tengo mala conciencia.
Pues bien sé también, que pasados mis Vikings, quedarán sus cuentos.

MAR HORTELANO

Enlaces:









[1] Pág. 50
[2] Pág. 75
[3] Pág. 102
[4] Pág. 177
[5] Pág. 52
[6] Pág. 141

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